22 de MARZO del 2020
LA PRINCESA
AUTOR/A: Loreto Sesma
Nº DE PAGINAS: 94
DITORIAL: ESPASA
ENCUADERNACIÓN: tapa blanda
ISBN: 978-84-67055-66-5
SINOPSIS
Siguiendo la estela de Maquiavelo, para quien la mujer no
tiene nombre ni posición a lo largo de su relato, y observando la realidad que
me da cobijo. Propongo esta nueva versión de la historia.
Las leyes hereditarias de la genética diluyeron en
nuestra sangre una única ecuación: xx. Las ecuaciones implican incertidumbre, indecisión
y duda. Llevan consigo un problema. Exigen, también, una solución.
Me uno a un canto para que las cosas cambien, y que
aquellos latigazos de injusticia que las mujeres de mi vida tuvieron que llorar
ya no sean los mismos a los que se tengan que enfrentar todas las niñas que están
naciendo en este mismo instante.
OPINIÓN PERSONAL
Hoy de nuevo os traigo otro libro de prosa moderna de mi queridísima
Loreto Sesma.
Este en concreto está totalmente dedicado a las mujeres,
y sobre lo que tenemos que pasar y oír día a día sobre nosotras, sobre el patriarcado que hay en nuestro país, y por las
circunstancias que podemos pasar en el día a día de cualquier mujer.
Tiene relatos sobre el maltrato, sobre la violación,
sobre la humillación y sobre todo lo que tenemos que aguantar por ser mujer.
En esta ocasión, más que un libro de prosa, que es a lo
que nos tiene acostumbrada Loreto, es un libro de relatos. Que sin dudarlo os
lo recomiendo 100x100.
Ahora os dejo un fragmento del libro:
"Tengo una pesadilla recurrente. Estoy
huyendo de algo, o mejor dicho, de alguien. Corro lo más rápido que puedo
mientras se va acumulando en mi paladar el sabor a sangre; el frio va quemando
mis fosas nasales como si estuviera esnifando cocaína gélida, me cuesta
respirar y creo que voy a vomitar mis propios pulmones. Es de noche, por lo que
se confunden las calles al pasarlas. Intento recrear un mapa de la ciudad en mi
cabeza, pero es imposible, la angustia lo mezcla todo y ya no sé adónde me
estoy dirigiendo.
Convoco a las fuerzas de la vida para
que haya algún sitio abierto o aparezca de improviso alguien que me ayude, pero
parece que no hay nadie en esta ciudad inmensa. Estoy sola. De repente algo me
detiene en mi carrera y caigo en un golpe seco al suelo del que me cuesta
reponerme.
Estoy aturdida y el contacto con las
baldosas frías de invierno convierte mi cuerpo en cadáver.
Algo empieza a tocarme, y tardo varios
minutos en adivinar que son unas manos seguras de sí mismas lo que presiona mis labios con ahínco
intentando abrir mi boca. Lo consiguen. Entonces, un dedo se pasea
humedeciéndose por mi lengua mientras otra mano presiona con fuerza uno de mis
pechos. Me duele. La angustia descompasa mis latidos, me va el corazón a un
ritmo frenético. Deseo que pare. Intento llorar pero tampoco puedo, porque lo
siguiente que veo es mi cuerpo desnudo desde una perspectiva externa, una
especie de desdoblamiento astral que consigue, por otro lado, duplicar mi
ansiedad. Mi cuerpo me ha dejado de pertenecer.
No tiene cara. Quizás es por eso por
lo que no podría decir con exactitud sin son una o varias personas contra las
que me enfrento. Lo único que sé es que en el momento en el que alguien tira de
mis pantalones, me quita las bragas y me penetra con fuerza, experimentando una
segunda rotura del himen, reviviendo la perdida de una virginidad forzada, me
despierto.
Tengo una pesadilla recurrente todo
aquello se hace realidad.
Pero nadie me cree".
"Tengo una pesadilla recurrente. Estoy
huyendo de algo, o mejor dicho, de alguien. Corro lo más rápido que puedo
mientras se va acumulando en mi paladar el sabor a sangre; el frio va quemando
mis fosas nasales como si estuviera esnifando cocaína gélida, me cuesta
respirar y creo que voy a vomitar mis propios pulmones. Es de noche, por lo que
se confunden las calles al pasarlas. Intento recrear un mapa de la ciudad en mi
cabeza, pero es imposible, la angustia lo mezcla todo y ya no sé adónde me
estoy dirigiendo.
Convoco a las fuerzas de la vida para
que haya algún sitio abierto o aparezca de improviso alguien que me ayude, pero
parece que no hay nadie en esta ciudad inmensa. Estoy sola. De repente algo me
detiene en mi carrera y caigo en un golpe seco al suelo del que me cuesta
reponerme.
Estoy aturdida y el contacto con las
baldosas frías de invierno convierte mi cuerpo en cadáver.
Algo empieza a tocarme, y tardo varios
minutos en adivinar que son unas manos seguras de sí mismas lo que presiona mis labios con ahínco
intentando abrir mi boca. Lo consiguen. Entonces, un dedo se pasea
humedeciéndose por mi lengua mientras otra mano presiona con fuerza uno de mis
pechos. Me duele. La angustia descompasa mis latidos, me va el corazón a un
ritmo frenético. Deseo que pare. Intento llorar pero tampoco puedo, porque lo
siguiente que veo es mi cuerpo desnudo desde una perspectiva externa, una
especie de desdoblamiento astral que consigue, por otro lado, duplicar mi
ansiedad. Mi cuerpo me ha dejado de pertenecer.
No tiene cara. Quizás es por eso por
lo que no podría decir con exactitud sin son una o varias personas contra las
que me enfrento. Lo único que sé es que en el momento en el que alguien tira de
mis pantalones, me quita las bragas y me penetra con fuerza, experimentando una
segunda rotura del himen, reviviendo la perdida de una virginidad forzada, me
despierto.
Tengo una pesadilla recurrente todo
aquello se hace realidad.
Pero nadie me cree".
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